Con la rapiña no mejora la distribución del ingreso
Con la rapiña no mejora la distribución del ingreso
"Los impuestos constituyen un desapoderamiento de bienes realizado bajo la afirmación del tipo: ¡entrégame lo que yo deseo o te castigaré con algo que tú no deseas! En su forma extrema el impuesto es idéntico a la exigencia del bandido que nos asalta reclamando ¡la bolsa o la vida!
Los impuestos están en las antípodas de los regalos, no surgen del amor sino del temor. En los impuestos no existe benevolencia ni intercambio, por el contrario son una exacción que se hace con mucha resistencia, poca voluntad y grandes objeciones. Por eso se pagan bajo coacción. Si no lo hacemos se nos amenaza con la prisión, la confiscación de nuestra propiedad o el embargo del dinero en bancos y es en ese sentido que el gobierno se comporta como un bandido.
Ahora bien, todos tenemos conciencia de que algo hay que pagar para que la vida en sociedad transcurra en sosiego, sin violencias ni provocaciones. Pero el gobierno pierde legitimidad -esto es autoridad moral para exigirnos el pago de impuestos- cuando excede un límite muy preciso de nuestra renta y el impuesto, en lugar de ser una contribución razonable, se convierte en saqueo o expoliación, obrando igual que el bandido que vive del arrebato y la rapiña.
Cuando el impuesto es un robo, surge ineludiblemente el derecho a resistir el asalto y la rebelión fiscal se generaliza".
(Kenneth Ewert Boulding, “La economía del amor y del temor”, Alianza Universidad, Madrid 1976).