La gran estafa

La gran estafa

Bajo el concepto de lo "estatal" se esconden todo tipo de atropellos, robos y fraudes a la ciudadanía.

La palabra “Estado” constituye uno de los mayores engaños jamás creados por la historia humana. Detrás de ella se han logrado camuflar los más extravagantes ladrones sin que la gente logre unir sus nombres propios a sus fechorías: entre ambos la entelequia “Estado” aparece como una armadura que les permite a los delincuentes seguir robando mientras las victimas creen que los ayudan.

El proyecto de ley para estatizar las jubilaciones no podía ser la excepción a esta regla. En uno de sus párrafos dice textualmente: “El Estado Nacional (que para que parezca más solemne lo ponen con mayúscula) garantiza a los afiliados y beneficiarios del régimen de capitalización la percepción de iguales o mejores prestaciones y beneficios que los que gozan a la fecha de entrada en vigencia de la presente ley”.

¿Qué pretenden que hagamos?, ¿qué creamos eso?. ¡Pero si es para morirse (por no decir otra cosa) de la risa! ¿Garantizar? ¡Pero si ustedes no pueden garantizar ni que de noche no hay sol!

El Estado ya ha “garantizado” jubilaciones, depósitos, tipos de cambio, esquemas impositivos... Ha prometido pagar bonos, intereses, préstamos... Le ha hecho creer a la gente que construiría escuelas, hospitales, autopistas, casas... El “Estado” es un Esta…fador... ¡Qué me vienen a decir que “el Estado Nacional garantizará...”!, ¡pero si no puede garantizar ni la hora! No hay más que leer la historia de los libros o perder una tarde en los archivos de un diario para corroborar semejante obviedad.

Pero el concepto, como simulación jurídica, le ha permitido a personas de carne y hueso, que llevan nombre y apellidos privados, y que tienen -gruesos- bolsillos privados, usufructuar esa pantalla que millones de idiotas útiles han creído hasta con la buena fe de la ideología, y saquear la fortuna de los argentinos durante los últimos 60 años.

La complacencia frente al Estado tiene diferentes causas. La idiotez útil de la ideología que decíamos recién, es una de ellas. La vagancia es otra, porque a veces viene bien creerse que de verdad un grupo de patriotas hará abnegadamente el trabajo duro y nosotros recibiremos la comida en la boca gratis y sin esfuerzo.

Otras veces lo que permite que una manga de ladrones se apropie de las estructuras públicas -esto es, el “Estado”- y se llene los bolsillos propios con el esfuerzo ajeno (es decir, paradójicamente, lo contrario a lo que soñaba el vago) es la envidia. Muchos creen que es preferible que algunos burócratas se llenen los bolsillos con la plata de la gente a cambio de que no lo haga el vecino de la esquina, aun cuando ese crecimiento lo logre por el esfuerzo y el trabajo propio.

Todos estos componentes están presentes entre nosotros. De allí que algunos vivos -la clase política básicamente, y dentro de ella algunos más que otros, y todos con la connivencia de algunos privados- se hayan refugiado detrás de la simpatía que para muchos conlleva la palabra “Estado” para hacerle creer a la gente que no son ellos personalmente los que se llevan la plata sino el “Estado” y que lo hace para el beneficio del conjunto.

Todo esto sin mencionar la fenomenal desigualdad jurídica que se crea a favor de aquellos que encarnan sus personas en las poltronas del Estado. Una vez que esta casta llega allí alcanza la posibilidad de hacer la ley, de ejecutarla y juzgarla. Está claro que este no era el plan de los creadores del Estado de la democracia clásica, para lo que imaginaron el sistema de pesos y contrapesos (check and balances) para que el poder de dictar las normas, ejecutarlas y hacer justicia con ellas no estuviera reunido en una sola mano. Pero este esquema, en la Argentina, ha sido arrasado por la “democracia” de masas y el país ha vuelto al mundo previo a la Carta Magna y la Revolución Inglesa para pasar a reunir en la mano de un hombre toda la voluntad del Estado. Este déspota coloca en el Congreso y en la Justicia a marionetas propias, a las que maneja por el dinero y por el temor, al tiempo que le hace creer a la gente que el concepto de un poder dividido y respetado esta en plena vigencia. El embrutecimiento, al que por la falta de educación ha sido condenada la sociedad, se encarga de hacer el resto.

¿Quien será el “Estado” cuando los trabajadores activos de hoy se jubilen y no haya nada para cobrar?, ¿serán los mismos que una vez les dijeron que los depósitos en los bancos eran intangibles?, ¿serán los mismos que un día les dijeron que los que depositaron dólares cobrarían dólares y los que depositaron pesos cobrarían pesos?, ¿quiénes serán el “Estado” en ese momento?.... ¿Tal vez alguien que diga “no cabe duda de que los gobernantes de aquel momento -los Kirchner- han sido unos delincuentes que los han estafado... pero ¿qué quieren que hagamos nosotros?. Nosotros somos el “Estado” hoy. Los Kirchner no están más. Y los que los votaron aquella vez fueron ustedes”.

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