La falacia del distribucionismo

La falacia del distribucionismo
Por Antonio I. Margariti

Conviene analizar por qué los impuestos que dicen perseguir finalidades sociales terminan siendo extorsivos y consiguen lo contrario de lo que se proponen.

El discurso político del bicentenario lo promete todo y no realiza nada. Se anuncian acuerdos y obras públicas. Se formulan nuevos derechos, que intentan cubrir todos los aspectos de la vida de las personas. Todos tendrán derecho a una vivienda digna, a la movilidad previsional, a una pensión sin aportes y a subsidios sin cargo. Pero los impuestos y las retenciones a la exportación crecen y seguirán creciendo hasta convertirse en una pesadilla.

Precisamente ahora que en nombre de la nada, se intentó un nuevo arrebato fiscal al campo, conviene analizar porqué los impuestos que dicen perseguir finalidades sociales terminan siendo extorsivos y consiguen lo contrario de lo que se proponen.

Cuando las leyes, en lugar de defender los derechos y garantías individuales es decir la vida y la propiedad privada, pasan a justificar el 'despojo legal', esto es a quitar el ingreso de algunos para darlo a otros, los impuestos se convierten en un robo.

En principio la idea de la redistribución de ingresos se aplicaba únicamente a la asistencia social. Pero ahora se pretende extenderla hacia la repartija de ricos a pobres, a subsidios cruzados hacia los que más tienen, a transferencias de renta de las oligarquías tradicionales a nuevos burgueses patagónicos y de pobres anónimos a piqueteros oficialistas bien identificados.

En este sentido, cuando las leyes impositivas meten la mano en la riqueza producida por aquellos que trabajan honradamente, para aumentar el ingreso de una clase políticamente adicta, no habrá nadie en este país que no pretenda hacer lo mismo y poner su mano sobre la ley para sacar ventajas. El resultado es claro: la ley se desnaturaliza y se convierte en pantalla para amparar la rapiña.

Es posible que alguien bien intencionado, se plantee que no es injusto que el Estado arrebate la renta de algunos para dárselo a otros, porque realmente a ellos "les sobra" y todos debemos contribuir al "bien común" de los más necesitados.

Pero cuando esto ocurre, instintivamente la gente oculta "sus ingresos” y luego reduce “sus capacidades", para no verse sometida al saqueo impositivo en nombre de la “solidaridad”, mientras crecen las maniobras tendientes a dedicarse a vivir del prójimo.

Si el Estado, guiado por la aparente buena causa de mejorar la situación de los más pobres, decide que los impuestos y las retenciones no sean razonables y que no se destinen únicamente a sufragar la policía, el ejército, la administración de justicia y la ejecución de obras públicas, sino también a subsidiar el consumo de energía, financiar los transportes metropolitanos, subvencionar el costo de los alimentos, repartir dinero mediante planes sociales y regalar fondos a las asociaciones de madres y abuelas, entonces, estamos en presencia de un "despojo legal".

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